domingo, abril 02, 2006

Memorias Revolucionarias de una Callejera

Era el año 2010 y Ana volvía de un viaje al sur. Era un sábado a las 7.30 de la mañana cuando el bus en que venía comenzó su ingreso a Santiago. Se cambio al asiento de la ventana y miro las calles, vacías, grises antes de que el sol invadiera los rincones, como lo hace cuando es verano. Pero sin poder evitarlo apareció una imagen, después otra, como flashes que encandilaban su vista por detrás de su retina. No estaba pensando, estaba viendo en esas imágenes mentales lo que alguna vez vio.
Eran imágenes de otro lugar que se superponían a lo que percibía a través de la ventana. Eran fotos nostálgicas de un paisaje que echaba de menos. Edificios angostos con escaleritas en sus techos, canales, calles sobre ellos con subidas y bajadas de adoquines, luces en los arcos de los puentes, silencio y casas con luz tenue en un barrio a 2 minutos del centro donde había mucha bulla, mucho movimiento, gente loca y gente más loca, gente igual de loca que todos. También vio una foto de la pizzería turca, del café en la esquina y del bar que frecuentaba los viernes. También apareció la tienda de candados e inscripciones con nombres ijk entre sus letras.
Al ver esas imágenes entendió qué era lo que la hacía recordar nostálgicamente un pasado perdido, y qué era lo que realmente extrañaba.
Era la calle.
Siempre había sido callejera, nunca lo había tenido tan claro como ahora.
Comenzó a entender el gusto que a veces la sacaba de la realidad, esa manía por caminar en la ciudad, salir y dar vueltas, mirar vitrinas, entrar a tiendas, sentarse en un café, en un banco de la plaza a leer el diario, y ver como pasa la gente, preguntar cuánto valen las flores y comprar maricaditas inútiles que sorprendieron al ojo durante el paseo callejero. Entendió por fin, de dónde venía la fascinación por las ferias, y el gusto de tener el tiempo para biengastarlo merodeando por ahí.
Le gustaba la calle.
Pero la calle de Santiago un día se hizo hostil. La gente se había retirado a vivir sus vidas al interior de sus casas, y estaba acostumbrada a la introversión. Incluso cuando la ciudad creció y el comercio floreció se construyeron casas enormes y feas donde pudieran a distraerse y a ver a otros. Las llamaron moles o malls.
Ana comprendió que la hostilidad del vacío de la calle fue una de las razones por las que en realidad había dejado una vez esa ciudad y la había llevado a elegir otra -al otro lado del mundo y de las horas- como la calle a recorrer.
Pero todo lo que sube tiene que bajar y todo comienzo tiene un final, así como toda partida tiene un regreso y todo recorrido, concluye.
Ella no sabía bien por que y para qué, pero Santiago era dónde había que volver. El sur era su norte. Pero con su vuelta, también se desdibujaba la experiencia de calle, y ella antes de volver, inconcientemente, lo temía. Ella no quería perder la calle pero el presagio inconciente se cumplía y tal como dictaba la intuición la sentía irse entre sus memorias como si se tratara de un error del disco duro.
Santiasco.vmf la llevaba en auto por todas partes, la subía del auto, la bajaba y le ponía el pie en el acelerador.
Volvió y anduvo sin hacer una limpieza a su sistema hasta que una mañana el Chago, el que vende periódicos a los autos en la tercera esquina camino a su trabajo, le dijo: no te veo.
Y luego siguió: tengo que contarte algo...
Durante la luz roja le dijo que había un movimiento silencioso de callejeros que querían cambiar la ciudad por una ciudad de hombres y mujeres callejeros que disfrutaran el verse las caras en la calle. Iba a ser una revolución, presagiaba. Pero era secreto. Es para callao’, le advirtió.
Únete
Que tengas un buen día
Y dieron la verde.
La historia del Chago la hizo dudar, creer o no creer, esa era la cuestión.
¿Era posible?
Pero finalmente hizo su apuesta y volvió a ser el personaje de “había una vez una niña callejera.”
Ana se subió a la bici .
Y todo se hizo más claro: desde el auto no se podía distinguir la calle, qué decir de vivirla, el olor a aromatizador de auto, el culo pegado al asiento y el imbécil que siempre se pillaba por delante no le permitían observar la acera del frente.
A veces es rudo ver la vereda del frente, todavía es hostil, tiene un dejo de desconocido que hace desconfiar. Pero bueno, ya pasará. Ana se convenció de la posibilidad cierta de que si Chago estaba en lo cierto- los callejeros iban a cambiar la ciudad y los nietos de los callejeros de hoy serán más callejeros que sus abuelos retrógrados y casi no podrán creer que hubo un virus Santiasco.vmf que entro en las mentes de la ciudad de ayer y que una revolución silenciosa les devolvió la calle.



-Mamá que es un dinosaurio?
-Era un animal que vivió hace mucho mucho muuuucho tiempo atrás en la tierra.
Antes de que la tierra estuviera habitada por hombres, habían dinosaurios. Eran unos animales muy grandes y fuertes pero un día vino un frío tremendo y todos se murieron congelados y así empezó un nuevo ciclo en la faz de la tierra.
-Ah, entiendo. Y los malls, que son?
-Ah, esa historia es más larga, igual que los dinosaurios, eran grandes y feos y ya no existen, pero cómo pasó te lo cuento luego. Ahora anda a jugar con Ana que está esperándote para ir a andar en bicicleta.

5 Comments:

At domingo, abril 02, 2006, Blogger microcosmos said...

encantador!
te lo comento luego parte por parte, con una chela en la mano, de a dos... face to face, my friend. cara a cara.

 
At jueves, abril 06, 2006, Blogger andiepax said...

yapo, yo feliz de conversarlo...
por la revolucion, jeje

 
At domingo, abril 23, 2006, Blogger andiepax said...

dnly
vacía las lagrimas en una copa, luego agreguele aguardiente...y salu!
por ti!
y por el aire "lekker & verse" ... ese lo inventa uno, no depende de las estaciones ;)
nos vemos en verano!
besos

 
At martes, febrero 06, 2007, Anonymous Anónimo said...

Looking for information and found it at this great site... lingerie chicago Danze faucet 4035wh Mortgage ins

 
At viernes, febrero 23, 2007, Anonymous Anónimo said...

What a great site »

 

Publicar un comentario

<< Home